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La Legión perdida romana en China

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27 Abr 2014
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La Batalla de Carrhae (o Carras) puso fin a la ambiciosa expedición de Marco Licinio Craso contra el Imperio Parto. La aplastante derrota sufrida por los romanos no solo se cobró la vida de Craso, uno de los políticos más importantes de la Roma Republicana, sino que también se saldó con la perdida de siete legiones romanas.
A partir de entonces, recuperar los estandartes de esas legiones, las águilas, se convertiría en una de las prioridades de Roma, pero los legionarios que quedaron en manos de los partos pasarían al olvido. El destino final de estos legionarios está marcado por el misterio, ya que según una teoría, bastante consistente, acabarían sus días nada más y nada menos que en la lejana China.




1 – Craso frente al Imperio Parto:

marcocraso1.jpg


A mediados del siglo I a.C, Marco Licinio Craso (115 a.C – 53 a.C) era una de las figuras más importantes de la Republica Romana. Éste aristócrata romano era famoso por su enorme riqueza y por una carrera militar más o menos brillante, en la que su mayor éxito había sido el acabar con la rebelión de esclavos encabezada por el mítico gladiador Espartaco.

Craso derrotó al ejército de esclavos en la Batalla del Río Silario, en el 71 a.C., poniendo así fin a una seria amenaza para el sistema económico y social romano, basado precisamente en el trabajo de esclavos. Sin embargo, el éxito de Craso fue enturbiado y minimizado por sus rivales políticos en el Senado Romano. Al tratarse de una victoria sobre esclavos, a los que se consideraba inferiores, a Craso se le denegó ser recibido “en triunfo” y se debió conformar con un premio menor: la ovación. Lo que más le dolió a Craso, es que al mismo tiempo, uno de sus principales rivales políticos; Cneo Pompeyo Magno, era recibido en triunfo en Roma por sus victorias en Hispania frente al rebelde romano Sertorio. Además, el Senado, saltándose sus propias leyes, otorgó a Pompeyo el consulado para el siguiente año. Finalmente, Craso, tras negociar con Pompeyo, consiguió también ser elegido Cónsul de la Republica para el año siguiente, el 70 a.C, obteniendo así su cuota de poder político en Roma. Sin embargo, su carrera política pasó sin pena ni gloria y su figura parecía siempre estar a la sombra de Pompeyo.

En el 59 a.C, Craso, firmo un acuerdo para repartirse el poder con sus dos principales rivales políticos: Pompeyo y Julio Cesar: los más brillantes generales de Roma en aquella época. Este Primer Triunvirato garantizaba a Craso tener una parte del poder político, la recaudación de impuestos en la provincia de Asia y, lo más importante, evitaba un conflicto abierto con Pompeyo, es decir: una Guerra Civil.

En el 56 a.C, tras renovar el acuerdo político con sus compañeros triunviros, Craso obtuvo para el año siguiente, el 55 a.C, un nuevo consulado, que compartiría con Pompeyo, y lo más importante: el control sobre la rica provincia de Siria, lo que le permitiría comenzar a poner en marcha su plan más ambicioso: la conquista del poderoso Imperio Parto (limítrofe con Siria). Craso pensaba que la campaña contra los partos le reportaría ingentes riquezas y un prestigio tan grande que le permitiría rivalizar con Pompeyo y Cesar. Craso tenía riqueza y poder, pero quería más y por encima de todo quería reconocimiento público, quería “la gloria”.

Sabiendo que la campaña sería difícil, Craso decidió gastarse una fortuna en reclutar un ejército de más de 50.000 hombres: 7 legiones (42.000 hombres) a las que se sumaban como tropas auxiliares 4.000 infantes ligeros y 4.000 jinetes, entre los que estaban 1000 galos que había traído consigo su hijo, Publio Craso (una joven promesa que había combatido junto a Cesar en la Galia y que se había unido a la campaña contra los Partos en busca de fama y réditos políticos). A estos hombres, se unieron 6.000 jinetes armenios y la promesa del rey de Armenia, Artavasdes, de apoyarle con otros 30.000 infantes y 16.000 jinetes si Craso accedía a invadir el Imperio Parto desde Armenia. No obstante, Craso rechazó esta oferta porque pensaba que el rey armenio buscaba usar a los soldados romanos para sus propios fines y aparte, porque el principal objetivo de Craso era saquear las grandes ciudades de Mesopotamia y no quería compartir ni riquezas ni gloria con sus aliados armenios.

Tras pasarse el 55 a.C preparándose para la campaña; entrenando a las tropas y obteniendo financiación (Craso expolió varios templos de “su” provincia de Siria en busca de riquezas, entre ellos el Templo de Jerusalén), en la primavera del 54 a.C, Craso cruzo la frontera, establecida en el río Éufrates, y se adentró en Mesopotamia. Comenzaba la invasión del Imperio Parto.

Orodes II, el rey de los Partos, decidido a castigar a los armenios por su alianza con Roma y pensando que probablemente los romanos atacarían desde Armenia, envió a la mayor parte de su ejército contra el Reino de Armenia dejando solo 10.000 jinetes (9.000 arqueros a caballo y 1.000 catafractos de caballería pesada), para guarnecer Mesopotamia. Estos jinetes partos estaban comandados por Surena, un joven y habilidoso general experto en tácticas de caballería. En caso de que Craso invadiera Mesopotamia la principal misión de Surena era retrasar a Craso el mayor tiempo posible, pero Surena era un hombre de acción y tenía sus propios planes.

Estratégicamente, la invasión de Craso estaba bien planteada, ya que Mesopotamia ofrecía la ruta más rápida hacía Partia (actual Irán) y sus principales ciudades. Sin embargo, Craso, confiando en su gran superioridad numérica y poseído por una insaciable sed de riquezas, cometió un error que decidiría su destino y el de la campaña: para guiar a su ejército a través de territorio enemigo, Craso, desoyendo los consejos de su legado(comandante) Casio, que abogaban por un avance a lo largo del río Éufrates, confió en un jefe tribal árabe llamado Abgar (Ariamnes, según Plutarco) que prometió guiarles a través del desierto, siguiendo una ruta de caravanas de los mercaderes árabes, hasta el río Balicha, para continuar desde allí hacia la ciudad de Ctesiphon y el corazón del territorio enemigo. Sin embargo, el jefe tribal árabe trabajaba en secreto para los partos y guiaría a los romanos por la peor ruta del desierto, sin tener apenas agua y directos hacia donde les estaba esperando el ejército de Surena: la ciudad de Carrhae (Carras).

El 6 de mayo, los cansados y sedientos legionarios llegaron al río Balicha, al sur de la ciudad de Carrhae. Pese a saber que sus hombres estaban agotados, Craso no les permitió hacer noche y solo les permitió parar para comer. Craso había recibido informes de sus exploradores acerca de la proximidad de una pequeña fuerza enemiga y, confiado en su superioridad militar sobre los partos, avanzó a toda prisa para atacar al enemigo antes de que éste se le escapara.

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2 – La Batalla de Carrhae, 6 de mayo del 53 a.C

Cuando el ejército romano avanzaba hacia la ciudad de Carrhae en pos del pequeño grupo de partos avistado por sus exploradores se encontró de repente con todo el ejército de Surena esperándoles. Inteligentemente, Surena había usado a la vanguardia de sus tropas para atraer a los romanos a sus posiciones, mientras que el resto de sus tropas aguardaba camuflada en el terreno.

La súbita aparición del ejercito parto causó una gran sorpresa a los romanos, Craso perdió los nervios y, en contra de los consejos de su legado Casio (que quería formar al ejercito en línea), ordenó a sus legiones formar en cuadro. La formación en cuadro, es decir un cuadrado hueco, es una formación usada habitualmente por la infantería para enfrentarse a tropas de caballería, ya que permite cubrir todos los frentes y evitar que el enemigo pueda envolverte y amenazar tus flancos o tu retaguardia. La mayor desventaja de esta formación es que recude la movilidad de tu ejército al mínimo. Si el ejército parto hubiera estado conformado por caballería de choque, armada con lanzas, la formación de Craso hubiera sido eficaz, pero al tratarse de arqueros a caballo, la táctica de los romanos fue completamente inútil. Los arqueros a caballo de Surena rodearon el cuadro romano y comenzaron a acribillar a los legionarios con sus flechas (los partos usaban un potente arco compuesto que disparaba flechas capaces de atravesar fácilmente escudos y armaduras). Para contrarrestar la táctica enemiga, Craso ordenó a sus tropas auxiliares de infantería ligera cargar contra el enemigo, pero los jinetes partos se retiraron, poniéndose fuera de alcance sin dejar de disparar su mortífera lluvia de flechas. Tras sufrir numerosas bajas, las tropas auxiliares emprendieron la retirada para refugiarse de nuevo dentro del cuadro romano. Por su parte, los arqueros partos continuaron atacando impunemente el cuadro romano, causando cada vez más bajas. La única esperanza de los romanos era que se agotaran las flechas de los partos, pero el previsor Surena había traído consigo una caravana de camellos cargados con flechas, para reponer las disparadas.

Viendo que la situación era desesperada y que sus hombres comenzaban a flaquear, Craso ordenó a su hijo Publio que cargara con sus jinetes galos contra los partos para trabarles en combate y obligarles a combatir cuerpo a cuerpo. Sin embargo, Surena lanzo contra los jinetes galos a sus catafractos, la temible caballería acoraza de los partos. Los jinetes galos era una fuerza de caballería ligera, útil en Europa, pero, armados con lanzas cortas y sin protección corporal, no tenía nada que hacer frente a los catafractos, que estaban protegidos con casco y armadura de escamas o laminas de hierro (el caballo también solía estar protegido por una armadura similar) y armados con lanzas largas (precursores de la caballería medieval). Mientras avanzaban entre una gran nube de polvo los jinetes galos fueron atacados por los catafractos partos, siendo completamente masacrados. Ante la debacle, Publio Craso no quiso huir y murió junto a sus hombres.

La muerte de su hijo fue un duro golpe para Craso, pero sacando lo mejor de sí mismo no se dejó sumir en la desesperación y continuó animando a sus hombres a resistir. Por su parte los partos continuaron acribillando con sus flechas a los legionarios y además, los catafractos comenzaron a realizar devastadoras cargas contra pequeños grupos de legionarios que desmoralizados habían roto la formación. Pese a todo, la mayoría de legionarios mantuvo la disciplina y lograron resistir hasta que llegó la noche y con ella la pausa en la batalla. Tras la batalla, Craso sufrió una terrible depresión y tuvieron que ser sus legados, Casio y Octavio los que ordenaran al ejército emprender la retirada para encaminarse, al abrigo de la noche, hacia la ciudad de Carrhae, donde encontraron un refugio momentáneo.

El legado Vergunteyo, acompañado de cuatro cohortes, extravió el camino hacia Carrahe y al amanecer, del 7 de mayo, fue encontrado por los partos. Pese a que combatieron valientemente, Vergunteyo y sus hombres fueron aniquilados. (Según el historiador Plutarco solo veinte hombres consiguieron abrirse paso hasta Carrhae).
Además de la muerte del legado Vergunteyo y sus cohortes, los romanos tuvieron también que lamentar la pérdida de 4.000 legionarios heridos que no podían caminar y que, tras quedar a su suerte, abandonados en el campo de batalla, fueron asesinados por los vengativos partos.

El día 8 de mayo, Surena rodeó con sus tropas la ciudad de Carrhae y envió un mensaje a los oficiales romanos refugiados en ella. Surena ofrecía a los romanos retornar a Siria con la seguridad de que su ejército no sería hostigado. A cambio de esta tregua, Surena pidió que le entregaran a Craso y a su segundo al mando, el legado Casio. Los romanos se negaron a aceptar estas condiciones y decidieron abandonar la ciudad esa misma noche para dirigirse hacia Sinnaca, una localidad al pie de las montañas armenias, un terreno en el que la caballería parta no podría maniobrar fácilmente. Con objeto de despistar a los partos y aumentar las posibilidades de llegar a Sinnaca, los romanos dividieron sus fuerzas. El legado Octavio con 5.000 hombres consiguió llegar a la localidad sin tener demasiados problemas. Craso, por su parte, fue engañado por un guía local y acabo siendo rodeado por el ejército parto, teniendo que acudir en su ayuda el legado Octavio con sus hombres. Por último, el legado Casio, acompañado por 500 jinetes y 5.000 legionarios, decidió marcharse por su cuenta a Siria, es decir: desertó.

Surena, quizás temiendo que se le escapara la presa, decidió hacer de nuevo una oferta a los romanos, garantizándoles el regreso a Siria a cambio de la paz y de que Roma se comprometiera a no volver a cruzar la frontera del río Éufrates. Craso no era partidario de entablar negociaciones con los partos, pero sus hombres amenazaron con amotinarse si no acudía a parlamentar con Surena. Así pues, forzado por sus tropas, Craso, acompañado por el legado Octavio y por un tribuno llamado Petronio, fue a negociar la paz con Surena (según Plutarco, Craso dijo a sus oficiales que prefería morir a manos de enemigos que a las de sus propios hombres). Al poco de comenzar las negociaciones, Surena, fijándose en que los romanos estaban a pie, ordenó que trajeran un caballo para que le montara Craso y poder hablar de igual a igual. Lejos de galanterías, la verdadera intención de los partos era usar el caballo para secuestrar a Craso y hacerle prisionero. El legado Octavio se dio cuenta de la situación e intentó impedirlo matando a uno de los partos que llevaba las riendas del caballo. Los partos reaccionaron rápidamente, matando a Octavio y asesinando poco después a Craso y al resto de soldados de la escolta. El cadáver de Craso fue mutilado y los partos se llevaron como trofeo su cabeza y su mano.

Las muertes de Craso y de Octavio dejaron al ejército romano sin liderazgo. La mayoría de soldados decidió rendirse a cambio de que sus vidas fueran respetadas. Los soldados que no aceptaron rendirse escaparon durante la noche con intención de regresar a Siria. Los partos usaron a sus aliados árabes para cazar a los legionarios fugados, acabando la mayoría muertos.

La expedición de Craso acaba finalmente con la derrota total de los romanos, un desastre que se saldaba con 20.000 muertos, 10.000 prisioneros y con la cabeza de Craso y siete estandartes con el águila de Roma pasando a decorar el palacio real de Orodes II, el rey parto. El desastre no fue total gracias al legado Casio, que consiguió regresar a Siria con sus tropas. En total, Casio pudo reagrupar a 10.000 hombres, supervivientes de Carrhae, con los que pudo preparar la defensa de Siria en previsión de un ataque parto. Casio, con pocos medios, pero con un buen puñado de veteranos, defendió exitosamente Siria durante la invasión del ejército parto en el 51 a.C, alcanzando bastante fama y reconocimiento por su victoria. En el 50 a.C regresó a Roma para dedicarse a la política y, curiosamente, seis años después, en los idus de marzo del 44 a.C, Casio será uno de los asesinos del gran Julio Cesar. Irónicamente, en aquellos momentos, Julio Cesar tenía pensado realizar una nueva expedición militar contra el Imperio Parto.

Para Roma, la derrota de Craso, fue una durísima humillación que no olvidaría jamás. La trágica muerte de Craso se usará a lo largo de los siglos como un ejemplo de los peligros de la ambición desmedida, llegando a acuñarse la frase: “Craso error”. Sin embargo, la consecuencia más inmediata de la muerte de Craso fue la ruptura del equilibrio de poder en Roma, el famoso Triunvirato. Pocos años después, en el 49 a.C, estallaba la Guerra Civil entre Pompeyo y Julio Cesar. Julio Cesar conseguirá alzarse con la victoria total en el 45 a.C, convirtiéndose en dictador de Roma. Pese a que las guerras civiles impidieron que Roma reanudara la campaña militar contra los partos, el asunto siguió muy vigente: recuperar las águilas pérdidas de las legiones de Craso y restaurar el honor de Roma se convertirá en una de las máximas prioridades para los herederos de Cesar. Finalmente, en el 19 a.C, será Octavio Augusto, el primer emperador, quien conseguirá la devolución de los estandartes perdidos y firmara la paz con los partos, estableciéndose de nuevo la frontera entre los dos imperios en el río Éufrates.

Por otro lado, el destino de los 10.000 prisioneros romanos se convertirá en uno de los grandes misterios de la historia y una verdadera fuente de especulación. Lo más sorprendente es que, según teorías, los legionarios romanos perdidos reaparecerían nada más y nada menos que en China.

Para finalizar esta parte de la historia, y como anécdota cabe reseñar que el rey parto, Orodes II, celoso del éxito obtenido por el general Surena, ordenó su asesinato en el 52 a.C. El gran general parto murió a traición, al igual que Marco Licinio Craso.

3 – Legionarios romanos en China:

Los 10.000 legionarios romanos capturados eran demasiado valiosos para terminar sus días como esclavos. Siendo, como eran, la mejor infantería de la época, el rey parto, Orodes II, decidió emplearlos como soldados en la frontera más lejana del Imperio Parto. Plinio el Viejo, en el libro IV de su “Historia Natural”, cuenta que los legionarios fueron trasladados a la ciudad de Alejandría la Margiana, ubicada en las proximidades de la actual ciudad de Merv, en Turkmenistán. La misión de los legionarios enviados a la antigua satrapía de Margiana era detener las incursiones de los temibles hunos, pueblo nómada de origen asiático que varios siglos después sacudiría los cimientos de la propia Roma. En este contexto, la lucha contra los hunos en las fronteras más lejanas del Imperio Parto, es donde, supuestamente, los legionarios romanos entrarían en contacto con la cultura china.

Fue Homer Hasenpflug Dubs, un estadounidense experto en estudios sobre China, quien en su obra “Una ciudad romana en la antigua China” (publicada en 1957), afirmó que los legionarios perdidos de Craso se establecieron finalmente en la ciudad china de Liqian. La teoría de Homer Dubs se basa en los datos que el historiador chino Ban Gu reflejó, en el siglo I de nuestra era, en el “Libro de Han”(Han Shu): las crónicas de la dinastía Han. (Uno de los principales trabajos de Homer H. Dubs había sido precisamente la traducción al inglés de dicha obra.)

Según Ban Gu, en el año 36 a.C, el gobernador chino Gan Yanshou lanzó una campaña militar contra Zhizhi Chanyu, un jefe tribal del pueblo “Xiongnu”, (un pueblo nómada proveniente de Mongolia, identificado con los hunos), que dominaba la región de Xinjiang, en la frontera occidental de China. La expedición militar china perseguiría a Zhizhi Chanyu hasta el río Oxus (hoy en día Amu Daria), la frontera con la región de la Bactriana (Bactria), una provincia del Imperio Parto. La Bactriana era una provincia limítrofe con la Margiana donde, según Plinio, se habían asentado los legionarios romanos en un principio y no es descartable que los legionarios romanos se hubieran desplazado mas hacía el este para defender la frontera de las incursiones nómadas.

Siguiendo las crónicas de Ban Gu, los soldados chinos finalmente encontraron a Zhizhi Chanyu asentado en un campamento fortificado de lo más peculiar (para los chinos): una fortaleza cuadrangular protegida por empalizadas de madera, es decir, un emplazamiento similar a un campamento romano. Además, mientras combatían a los defensores del campamento, los chinos se toparon con unos soldados “extraños” que combatían en formación cerrada “como escamas de pescado”, es decir soldados que combatían con un muro de escudos similar a la formación que usaban los legionarios romanos.
La extrañeza del caso proviene en que los nómadas hunos solían combatir a caballo, siendo su principal arma el arco, y su infantería no combatía en formación, sino como una horda desordenada. Por otro lado, los nómadas no construían campamentos fortificados del estilo al mencionado por las crónicas chinas. Así que todo apunta a que estos extraños soldados eran extranjeros y muy probablemente occidentales. Es posible que mientras combatían para los partos algunos legionarios de Craso cayeran en manos de los hunos y pasaran a combatir para ellos, o incluso que desertaran del bando parto y se unieran voluntariamente a la hueste de Zhizhiy Chanyu.

Tras tomar la fortaleza de Zhizhiy, y dar muerte al caudillo nómada, los soldados chinos, impresionados por su forma de combate y su valor en batalla, se llevaron consigo a los 1.000 prisioneros “extranjeros” y los asentaron en la provincia de Gansu con la misión de proteger las fronteras del imperio chino de las incursiones nómadas. Será en esta zona donde los “extraños prisioneros” fundarán la ciudad de Liqian (Li Jien), identificada con la actual Zhelaizhai. Curiosamente, el nombre de Li Jien es el nombre con el que los chinos denominaban al Imperio Romano.

Una prueba que refuerza la teoría de que los legionarios perdidos de Craso acabaron en China es que un estudio del ADN realizado en 2005 a los habitantes de la zona de Liqian revela que un 56 por ciento de ellos provienen de raza caucásica (gente de piel blanca, con cabellos rubios, pelirrojos y ojos azules y verdes.)

Por último, se han hallado en Liqian, Zhelaizhai, diversas evidencias arqueológicas de origen romano: restos de una empalizada de madera de estilo romano, monedas, cerámica e incluso un casco romano. También se hallaron 100 tumbas que contenían esqueletos de varones de gran altura para la época, con un promedio de 1,80 m y de indudable origen caucásico.

¿Fue Liqian el último destino de los legionarios de Craso o fueron otros europeos los que habitaron la zona? Solo el tiempo e investigaciones más profundas nos dirán la verdad.

Fuente: http://senderosdelahistoria.wordpre...a-c-el-desastre-de-craso-y-la-legion-perdida/
 
Si los hombres encontrados en dichas tumbas eran de 1,80 m entonces definitivamente no eran romanos europeos, ya que la talla promedio de los legionarios romanos era de apenas 1,45 m por lo tanto esos esqueletos no pueden ser romanos sino de otros extranjeros.. Algo que también se tiene que observar, es que los esqueletos de los hombres de 1,80 m no son antiguos, son medievales del siglo X d.C. los romanos no tenían por costumbre enterrar a sus muertos ya que ellos los cremaban, o simplemente a los cadáveres se les arrojaba al río debido a sus creencias, incluso las catacumbas eran paleocristianas, la costumbre de enterrar a sus muertos llegó después.
Y si es cierto de que un grupo de romanos fue capturado por los chinos, pero no existe ningún esqueleto de la época que haya sobrevivido, sólo un casco, cerámicas y monedas pero del Imperio romano de Oriente...
Pd: Es curioso como es que los chinos capturaban romanos en Asia en el 5 d.C. y los moches del Perú capturaban chinos en el Pacífico en el 456 d.C. ¿Quién lo diría?
 
que interesante, pero es relevante hoy?
 
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