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Manco Inca: un heroe ignorado

Sheriff Woody

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13 May 2013
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MANCO INCA: EL HEROE IGNORADO


Manco_Inca.jpg



En la historia de la Conquista del Perú existe una figura enorme que ha sido sistemáticamente suprimida en la historia.

Fue en efecto el último emperador de los incas. El canto del cisne de la gran civilización andina y el gran caudillo de la gloriosa y enorme guerra de liberación. Después de él los monarcas de Vilcabamba conservarían el titulo honorifico y ficticio de “Incas” cuando de hecho el más grande y poderoso imperio de América había ya desaparecido. La derrota final había convertido en quimérico el inhóspito reino inca de las profundidades selváticas en un infausto y paupérrimo remedo de lo que antes fue.

Su empresa era difícil pero no imposible. Ganó, gracias a su genio como caudillo, las únicas batallas ganadas por un pueblo amerindio al conquistador español y fue el gestor de, como afirma Juan José Vega: “el movimiento americano de mayor envergadura frente a España en el siglo XVI”.

La importancia de su figura estriba en que fue el único monarca nativo americano que resistió en una guerra consistente, larga y tenaz la invasión europea. Fue el primer amerindio que presintió que la presencia de estos invasores (que poseían un poder jamás hasta entonces conocido por ellos) iba a trastornar para siempre su mundo y mas seguramente desaparecerlo.

Fue tan consciente de esta superioridad tecnológica y tan accesible al conocimiento occidental que no dudo en adaptarse a la nueva situación militar planteada por los españoles. Su guerra no fue un valeroso arrebato de odio y exterminio, como fue el caso de otros caudillos aborígenes de América, sino una empresa meditada basada en el conocimiento.

Manco Inca, como rey títere de los Pizarro, trabo una relación política con ellos, se aproximo con inteligencia a sus futuros enemigos, valoro sus fortalezas y considero sus debilidades. De supuestos dioses los españoles pasaron a ser hombres a los que se debía y podía vencer en batalla.

Pero esta empresa debía colisionar con una nueva realidad: los ejércitos imperiales se hallaban mermados, por no decir efectivamente desaparecidos. La delicada cadena de reciprocidad entre los señores vasallos de las provincias y que habían cimentado la prosperidad y poder del Tahuantinsuyo se hallaba irremediablemente mermada gracias a la sagacidad española y que Manco inca pudo ciertamente apreciar.

Ahora decenas de miles de indígenas que antes le juraban lealtad a su padre, el gran Huayna Capac, estaban dispuestos por entonces a morir por miles y valerosamente para defender a sus nuevos y poderosos señores barbudos vestidos de hierro, con armas de trueno y a lomos de poderosos y extraños animales.

Poderosos pueblos como los Cañarís del extremo norte, los Yungas costeños y los Chachapoyas formaron aguerridas legiones que salvaron en todo momento la empresa conquistadora de los españoles. Murieron por miles luchando al lado de los españoles y fueron estos pueblos nativos los verdaderos gestores del imperio español en Sudamérica.

La desaparición de las grandes fuerzas vivas del incario debido a la epidemia de la viruela y de la prolongada y salvajemente sangrienta guerra civil le privó a Manco Inca, desde el principio, de la esencial y magnifica logística que habían convertido a las legiones incaicas en las fuerzas militares más notables de América en mística, disciplina y propósito. No existían más los almacenes de vituallas ni los acuciosos sistemas de levas que podían poner en pie de guerra a más de 300,000 hombres en cuestión de días. Ya no sería posible.

¿Presentía la derrota final? Todo lleva a pensarlo, dadas las dificultades de una guerra en dos frentes y la calidad de sus reclutas además de el mínimo concurso de cuerpos de elite fieles, los pocos que habían sobrevivido de la persecución atahualpista.

Manco Inca libro una guerra estratégicamente notable desde todo punto de vista. Elimino la amenaza táctica de la caballería española, hizo inoperante el fuego indisciplinado de los arcabuceros e hizo irrelevante a la artillería y al hierro de espadas y armaduras.

Sus tropas no temieron más al hierro pertinaz de las espadas y corazas. Sitio al Cuzco en tres ocasiones llevando a la conquista española al borde del desastre. Los mismos españoles en medio de ella consideraban ciertamente que la empresa había finalmente terminado y que era precisa la retirada final embarcándose al altamar, si podían escapar del cerco y vivir para contarlo. Solo el pertinaz y firme valor de Hernando Pizarro pudo mantener el orden en medio del caos y sostener lo que parecía insostenible.

¿Por qué el Inca fue derrotado entonces?

Porque esta Guerra de Liberación, esta guerra de la Conquista del Perú no fue librada por indígenas contra españoles sino indígenas contra indígenas.

Los españoles se hallaban en la mayoría de los casos “en palco” como meros espectadores, atreviéndose en contados casos a salir con sus cabalgaduras para dar más impulsión de ataque a sus aliados indios y a sus esclavos negros y nada más. Los documentos hallados recientemente lo corroboran y los más recientes hallazgos arqueológicos demuestran que los cuerpos de los combatientes incas de esta guerra poseen tanto heridas por el hierro español como por armas nativas. Tanto la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa como la conquista del Perú fue una contienda entre naturales, entre castas rivales indias, entre pueblos indios. Los españoles fueron “espectadores privilegiados” y los grandes beneficiados de ello.

En medio de esta larga y cruenta guerra vemos a un Manco Inca abierto al mestizaje. Adopta sin reparos los modos y técnicas occidentales. Se luce con coraza de hierro, morrión y celada, empuña la adarga y porta espada al cinto, aprende a montar a caballo y se rodea de siervos españoles capturados en guerra a los que trata con corteses maneras y gusta de conversar con ellos en castellano.

Conoce bastante bien las virtudes de sus enemigos como para despreciarlas a pesar de los hechos abominables que fue testigo y de la ambición, para él desatinada, con que aquellos hombres buscaban el oro hasta llegar al extremo del crimen atroz y la tortura para obtenerlo.
Pero a pesar de esta debilidad de sus adversarios jamás pudo ofrecer un frente unificado contra el invasor lo cual agravo con su tremendo error estratégico de condenar a muerte a todo nativo colaborador de los hispanos imposibilitando así que muchos señores y servidores que estaban descontentos con el trato de los españoles se pasaran a su bando.
Condenaba a sus antiguos súbditos a un trato que no le otorgaba ni a sus propios prisioneros españoles.

De esta forma termino por condenar su empresa militar a una enorme, heroica y extraordinaria rebelión destinada al fracaso.
 
LA GUERRA


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Manco Inca, aliado de los españoles para perseguir a los homicidas de su familia, los generales atahualpistas levantados contra los españoles como Apo Quisquiz, el prisionero Calcuchimac, que aun en prisión logro dar muerte al primer rey títere de los españoles su hermano Tupac Huallpa, (el Toparpa de las crónicas) y Rumiñaui fue testigo de la para el conveniente desaparición y exterminio de sus enemigos. Empresa a la que el dio con su influencia y apoyo militar feliz conclusión.

Manco Inca, completamente ignorante de la política de engaño y perfidia españolas, educado para la verdad y para considerar como verdaderas las afirmaciones de su semejante, era por entonces un muy joven y dócil borrego en el redil español. Fue coronado por el mismo Francisco Pizarro como nuevo rey o Inca títere con el nombre de Manco Capac II y casi de inmediato vio con consternación como su castillo de fantasía se desvanecía en el aire.

Para un español este indio con ínfulas de rey no podía ser objeto ni siquiera de respeto; estaban demasiado abocados a la explotación inmediata de las que ya para ellos eran sus tierras y riquezas y Manco Inca no hacía más que estorbar y quitarles el tiempo con ceremonias ridículas. Se aposentaron cómodamente, tomaron las mujeres que quisieron y le colocaron, en más de una ocasión, en ridículo frente a los suyos.

Por más que los Pizarro, sagaces políticos, intentaran para guardar las apariencias y evitar problemas, tratar convenientemente a Manco Inca, un europeo español del siglo XVI sin cultura, valiente y rudo no podía guardar ni la más mínima ceremonia ni la afectación de una cultura que no podía ni quería entender, y mucho menos apreciar.

Dada esta situación Manco Inca no necesito de mucha inteligencia para entenderla y considerarla en toda su gravedad y complejidad.

Primero: era un rey ficticio a los que los españoles y sus sirvientes indios no guardaban el respeto más mínimo.

Segundo: era en realidad un prisionero al que los españoles impedían salir de la ciudad del Cuzco primero por obtener más noticias de tesoros y segundo por temor a un remoto pero posible levantamiento.

Tercero: era solo cuestión de tiempo para que fuera asesinado después de haberles dado todo lo que quisieran y después de la llegada de refuerzos que ya estaban en alta mar aproximándose al que ya era en efecto el “reino español del Perú.”

Cuarto: los tesoros obtenidos hasta ahora por los españoles les eran insuficientes ya que muchos habían quedado descontentos con los repartos y habían violentas discusiones entre ellos. Los insistentes y groseros requerimientos que le hacían sobre el paradero de templos y lugares supuestamente escondidos cargados de tesoros le habían demostrado que aquí residía la clave de su perdición. Y el tiempo le daría la razón.

Manco Inca tomo entonces el único camino que le quedaba: el de levantar una rebelión armada. Si iba a morir lo haría al menos en la búsqueda de una solución definitiva al problema planteado por los invasores hispanos. Primero derrotaría a los españoles, los tomaría prisioneros y los convertiría en siervos suyos.

Con esto en mente Manco inca tenía que demostrar ser un buen alumno de los españoles. Tendría que mentir sagazmente, como ellos, para lograr escapar y dar forma con su presencia a la guerra de liberación.

Escogió el momento preciso que fue la división de fuerzas hispanas que la expedición de Chile por Almagro y la fundación de Lima en 1535 habían ocasionado; pero a su vez considero con preocupación que los españoles poseían muchos partidarios nobles del Cuzco supuestamente favorecidos por tierras y demás privilegios y que los acompañaban en sus campañas de saqueo. Nobles tan importantes e influyentes como Pascac Inca, hermano de Huayna Capac y su mismo hermano Paullo Inca. Ambos fueron fieles a la corona de España hasta el final.

Después de un fallido intento de fuga perdió los pocos privilegios que le quedaban. Fue encadenado y confinado a una inmunda mazmorra, fue objeto de vejámenes sin nombre e insultos de toda clase hasta que la llegada de Hernando Pizarro con nuevas fuerzas y bríos vino a sacarle de su desesperada situación.

Hábilmente no se mostro resentido sino resignado, se gano la confianza de Hernando Pizarro quien lo considero inofensivo y hasta digno de piedad. Además podría serle muy útil ya que tenía mucha gente ansiosa por hacerse de tesoros y debía complacerlos. Las noticias de Manco Inca, que había mucho mas oro por tomar, le convenció de librarlo de las cadenas y tratarlo con deferencia.

Fue en ese momento que Hernando Pizarro comete el más grande error que español alguno comete en la Conquista de las Américas: libera al inofensivo Manco Inca que al mostrarle una estatua de tamaño real de Viracocha, todo de oro macizo, le convenció de la veracidad de lo que decía y que como afirmaba era necesario que el mismo en persona traiga los tesoros ya que los indios que le sirven estaban bastante desconfiados.
Ciego ante su ambición y a la perfidia inesperada de este reyezuelo indio accede.

El español cae completamente en la celada. El alumno había superado al maestro.

Lo que estaba lejos de imaginar es que este reyezuelo ya se había puesto en contacto con el sumo sacerdote Villac Umu que lideraba entonces la oposición y estaba presto a levantar a sus ejércitos, o lo que quedaba de ellos, y que necesitaba con urgencia un caudillo militar. Y ya lo tenían.

Cuando Hernando Pizarro se percato de su craso error ya era demasiado tarde.
Manco Inca había combatido al lado de los hispanos y estaba al corriente de sus efectivas tácticas y de qué forma podía neutralizarlas. Sabia del poder de la caballería española, de la resistencia del hierro y de cómo las adargas en una carga combinada podían barrer cientos de sus hombres. Pero no estaba dispuesto a dejarlos maniobrar. Sabía que el punto débil del potente caballo residía en sus patas y que los jinetes pondrían mucho cuidado en ellas. Sabía que la certeza y potencia de las hondas podía derribar a un jinete, como el mismo había visto, y que podían eliminar a los arcabuceros que demoraban demasiado entre disparo y disparo. Sabía que al contacto una espada era mas versátil y útil que una porra y que los escudos de madera y cuero podían ser tasajeados por el acero, además de las corazas y morriones. Opto entonces por imposibilitar la maniobra de la caballería y por la guerra de largo alcance gracias a sus honderos expertos y los arqueros selváticos a sus órdenes que tenían como objetivo principal a los caballos, rostros y cuellos de los españoles.

Con estos principios y armado con un ejército de unos 40,000 hombres efectúa el primer sitio del Cuzco en medio de las tinieblas el 3 de mayo de 1536, la mañana de la Invención de la Cruz.

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EL SITIO DEL CUZCO Y LA VICTORIA DE OLLANTAYTAMBO

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Algunos cronistas elevan el número de sitiadores a 100,000 indios de guerra y 80,000 de servicio. Cifras evidentemente exageradas e imposibles debido a la merma de efectivos cuzqueños por las pendencias indígenas y enfermedades. Lo que no cabe duda es la impresión indeleble que causo en los sitiados.

Testigo presencial fue Pedro Pizarro que vivió el momento:

“Era tanta la gente que aquí vino que cubrían los campos, que de día parecía un paño negro que los tenia tapados todos media legua al alrededor de esta ciudad del Cuzco. Pues de noche eran tantos los fuegos que no parecía sino un cielo muy sereno lleno de estrellas. Era tanta la gritería y vocerío que había que todos estábamos como atónitos.”

De inmediato las tropas incas como se había dispuesto desbordo los ríos y convirtió la arcillosa tierra de los alrededores del Cuzco en un lodazal impracticable para los caballos, además de fosos y empalizadas.

Hernando Pizarro, responsable de tan crítica situación, asumió su tarea con gran heroísmo. Disponía de solo 200 españoles entre infantes y caballeros pero con más de 30,000 indios aliados, sin los cuales habrían perecido todos ese mismo día. Dividió sus fuerzas en tres escuadrones al mando de Gonzalo Pizarro, Gabriel Rojas y Hernán Ponce de León. Y trato de efectuar salidas en cargas de caballería coordinadas, pero pronto se vieron en la impotencia teniendo que volver grupas dejando solo a los indios auxiliares la tarea de poner freno a las incursiones cusqueñas con sus terroríficos gritos de guerra:

“… que cierto eran tan grandes las voces y alaridos que daban y bocinas y pututos que tocaban, que parecía que temblaba la tierra.”

De pronto los sitiadores comenzaron a incendiar la ciudad:

“Pues juntos todos como digo, un día la mañana empezaron a poner fuego por todas partes del Cuzco, y con este fuego fueron ganando muchas partes del pueblo haciendo palizadas en las calles para que los españoles no pudieran salir a ellos: los españoles nos recogimos a la plaza a las casas que junto a ella estaban, como eran Hatun Cancha… y aquí estuvimos todos recogidos y en la plaza en toldos, algunos porque todo lo demás del pueblo lo tenían los indios tomado y quemado; y para estos aposentos donde digo que estábamos, quemarlos hacían un ardid que era tomar varias piedras redondas y echarlas en fuego y hacerlas ascua, envolvianlas en unos algodones y poniéndolas en hondas las tiraban a las casas donde no alcanzaban a poner fuego con las manos y así nos quemaban las casas…” (Pedro Pizarro)

La estratégica fortaleza de Sacsayhuaman había sido confiada según las crónicas a los indios Cañaris aliados, los cuales no pudieron evitar la caída del baluarte ante un decidido ataque incaico. Hernando Pizarro consciente que ello significaba la condena total pues hacía imposible la llegada de posibles auxilios y suministros emprendió un desesperado ataque para retomar la fortaleza. Y aunque las crónicas hablan de una victoria lo cierto es que el baluarte amaneció tomado por los sitiadores.

Fue aquí que la derrota era cierta e inobjetable. Y muchos capitanes españoles fueron de la opinión que había llegado la hora de abandonar la ciudad y escapar hacia Lima. Hernando tomo la heroica pero inteligente decisión de permanecer ahí y morir defendiendo la ciudad no solo por heroísmo sino por la certeza que en su huida los matarían por los caminos.

Fue en estos cruciales momentos en que Manco Inca tan cerca de la victoria se ve de pronto privado de ella, y convierte en milagrosa la salvación de los hispanos. Después de los rezos y plegarias desesperadas de los sitiados muchos afirmaron ver a la Virgen María apagar los fuegos de las casas y al mismo apóstol Santiago, antiguo matador de moros, convertirse en matador de indios junto con los españoles.

La realidad era otra. La defección de enormes contingentes de guerra aliadas de los cusqueños permitieron que los efectivos de ataque y sitio se vieran terriblemente mermadas. Las razones son un misterio, lo cierto es que la traición le salvo la vida a los conquistadores que vieron la milagrosa retirada de enormes contingentes enemigos cuando ya habían de hecho perdido la ciudad. Este maravilloso acontecimiento permitió a Hernando Pizarro un decidido ataque a la fortaleza de Sacsayhuaman para retomarla, que se hallaba entonces defendida con unos miles de hombres al mando de un noble que paso a la historia como uno de los héroes más asombrosos:

CAHUIDE

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Jurando morir en su defensa la hazaña de este hombre extraordinario en Sacsayhuaman dejo boquiabiertos a los españoles que pudieron verlo combatir como un león calzado con morrión, coraza de hierro espada y adarga tomadas de españoles muertos en lo alto del torreón de la fortaleza. Las crónicas españolas son elocuentes:

“no se escribe de romano alguno hacer lo que hacía y después hizo”

Y en otra:

“tenía un orejón por capitán tan valeroso, que cierto se podría escribir de él lo que de algunos romanos.”

Después de dos terribles asaltos y la muerte de Juan Pizarro y una mortandad terrible, sobre todo de nativos de ambos lados se logra el sitio de la cumbre. Sin salvación, varios guerreros incas se arrojan desde las alturas para no caer en manos de sus enemigos no sin antes arrojar sus armas con furia hacia los hispanos. Pero en lo mas álgido de la batalla, cuando se completa el cerco es cuando se puede apreciar al héroe de la jornada: Cahuide y una hazaña imborrable en el recuerdo de los españoles que pudieron verlo.

Cuentan que varias saetas de ballesta le habían atravesado el cuerpo y hacia tan poco caso de ellas como si no lo tocaran. Animando a sus pocos hombres en una defensa imposible y al que se acobardaba lo mataba y lo tiraba abajo y cada español que ascendía encontraba ahí mismo la muerte así que ya sin hombres, todos muertos y ganada la torre por varios puntos sabía que había sido derrotado. Se envolvió con su capa y se tiro desde lo alto muriendo en el acto. Cuentan que Hernando Pizarro se afligió mucho de no tomarlo vivo.

Esta victoria fue para los españoles tan milagrosa e increíble que Hernando Pizarro mando colocar un estandarte en lo alto de la torre sabiendo que la salvación de la ciudad era un hecho. Todo esto demuestra que los efectivos incaicos distaban mucho de ser las 200,000 que algunas crónicas atribuyen y a la debilidad en la unidad de mando cusqueñas que no pudieron impedir la deserción masiva, seguramente por el abandono de los campos y los ciclos labrantíos.

Esta derrota final vino a dar el golpe de gracia a cualquier intento de reconquista. Manco Inca supo desde entonces que el masivo apoyo nativo con que contaban los españoles le había arrebatado la iniciativa y había fracasado en su intento de unir en una sola masa a todas las fuerzas disponibles en contra del invasor hispano.

Ver al propio hermano de Huayna Capac, Pascac, liderar a varios nobles incas y un sinnúmero de tropas indias al lado de los españoles demostró que esta era en realidad una lucha intestina y que los españoles habían sabido ponerlo muy bien a su favor.

Manco inca se retira a Calca y la mayoría de sus tropas a los campos a continuar con sus labores. Hernando Pizarro, sediento de venganza, va en su busca pero no logra capturarlo y en cambio se encuentra con soldados del incas que “como ya tenían toda la esperanza de la guerra atrevíanse a lo que antes les parecía imposible.” A punto estuvo Hernando Pizarro de perecer en la emboscada siendo salvado por su hermano Gonzalo y regresaron al Cuzco seguidos de los guerreros indios aferrados a las colas de los caballos.

Las escaramuzas eran casi siempre favorables a los cristianos que apoyados por sus auxiliares indios rechazaban a los escuadrones incas que luchaban ya sin concierto pero que mantenían férrea presión. Alimentados por sus mujeres Hernando Pizarro mando a asesinar a toda mujer indígena en los caminos y la atroz medida dio los resultados deseados. Sin bastimentos los contingentes incaicos iban abandonando el cerco.
 
LA BATALLA DE OLLANTAYTAMBO


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Hernando Pizarro se dispuso entonces a pasar a la ofensiva. A sabiendas que Manco Inca había establecido su cuartel general en Ollantaytambo organizo una expedición que debía aniquilarlo. Para ello dispuso de 300 españoles con casi 20 caballeros y 30,000 auxiliares de guerra indios y esclavos africanos.

Una vanguardia de infantes españoles e indios fue aniquilada en plena marcha. Hernando destaco a un caballero a que diera un movimiento de flanqueo sobre la fortaleza mientras el realizaba un ataque frontal pero la empresa fracasa desde el inicio. Ocupando las laderas habían legiones de honderos y arqueros selváticos que comenzaron a masacrar sus líneas de apoyo, inmunes a las cargas de caballería Hernando intenta una carga y se da de bruces contra una visión extraña:

Ve a su enemigo, al propio Manco Inca a caballo, vestido con morrión, coraza de hierro y adarga dirigir a los suyos a la batalla. Hernando se hallaba impotente ante las barricadas incaicas mientras que los indios auxiliares y esclavos negros morían por centenas sin que pudiera hacerse nada.

Un veterano español testigo de los sucesos escribió en su relación del sitio del Cuzco:

“era cosa notable ver salir algunos ferozmente con espadas castellanas, rodelas y morriones y tal indio hubo que, armado de esta manera, se atrevió a embestir con su caballo, estimando en mucho la suerte de la lanza, por ganar nombre de valiente.”

La batalla estaba perdida. Y aun podía Hernando Pizarro perder la vida si no huían en aquel momento aciago. La retirada se convirtió en desbandada que las tropas cuzqueñas celebraron con enorme algarabía. Manco inca les corta la retirada y perecen ahí la totalidad de las tropas auxiliares españolas mientras que gracias a sus cabalgaduras los caballeros los abandonan a su suerte para salvar sus vidas.

Los incas “quedaron tan victoriosos que les pareció todo el mundo ser poco para ellos.”
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EL CERCO DE LIMA


Hernando Pizarro y los demás conquistadores aprendieron a abandonar toda idea de incursión en los profundos valles ante la invencible resistencia de Manco Inca que ya había ordenado el ataque a la recién fundada capital española: Lima.

Para la empresa Manco Inca despacho un ejército escogido a las órdenes de su general Titu Yupanqui. En su marcha hacia la ciudad costera Titu embosca a la expedición de Gonzalo de Tapia enviada por Pizarro en apoyo de los sitiados del Cuzco en Huaytara. 80 caballeros, 40 infantes españoles y decenas de miles de indios yungas auxiliares encuentran la muerte en Huaytara.

En la cuesta de Parcos fue aplastada la expedición del capitán Diego Pizarro de 150 españoles y miles de auxiliares indios. No todos los españoles eran asesinados y junto con los caballos eran enviados a Ollantaytambo como trofeos del inca.

“los trofeos de guerra comenzaron a engalanar Ollantaytambo. Manco Inca sintió especial aprecio por las armas españolas. Empezó a revestirse de hierro, al igual que sus enemigos. A usar espada al cinto. Aprendió a montar a caballo. Gusto del casco bruñido. Supo de las ventajas de la adarga y de la pica. Un grupo reducido de sus hombres empezó también a adiestrarse en el manejo de las armas occidentales.
Atraía mucho a Manco inca el uso de la pólvora. Los cautivos españoles fueron obligados a producirla; y a enseñar el manejo de los arcabuces a los capitanes cusqueños.” (Juan José Vega “La Guerra de los Viracochas”)

Titu Yupanqui se convirtió en el gran flagelo de los españoles de la conquista al destruir una tercera expedición mandada esta vez por el mejor capitán de Francisco Pizarro: Juan Mogrovejo de Quiñones en la ruta de Jauja.

Desesperado Francisco Pizarro envía entonces al capitán Alonso de Gaete solo para ser aplastado en Jauja. Después Francisco de Godoy es también derrotado y obligado a huir desastrosamente hacia Lima.

Cinco expediciones españolas, cinco victorias incas. Titu Yupanqui se había convertido en el gran héroe de la guerra y había sido honrado por su emperador con una bella princesa y el privilegio de trasladarse en andas, como un soberano. Ensoberbecido con sus victorias Titu Yupanqui se dispuso a cercar la ciudad de Lima seguro de tomarla a la fuerza y conociendo que su superioridad sobre su enemigo era ahora total.

Francisco Pizarro se apresta a la defensa y como inteligente capitán y mejor estratega convoca a todos los reinos yungas a los que promete todo tipo de dadivas y recompensas. El apoyo decisivo que recibe es masivo. Titu Yupanqui comprende que la situación estratégica era muy distinta a la que imaginaba. Y libra una larga y cruenta batalla a las puertas de Lima a orillas del rio Rímac.

Titu Yupanqui ordena un ataque general, “a matar o morir” y la victoria casi le sonríe al lograr invadir las calles de Lima y hacer gran matanza de españoles. Lamentablemente las masas aliadas lograron paralizar el exitoso ataque del general inca logrando herirlo gravemente en el combate. Según algunas noticias fue atravesado por la lanza de un jinete. Otra noticia habla de un disparo de arcabuz que le destrozo la pierna. Lo cierto es que el héroe inca se retiro de la lucha agonizante suspendiéndose la batalla de esta forma.

Los supuestos aliados huancas jamás llegaron, gracias a las habilidades diplomáticas españolas, y su ausencia libró a la conquista española del desastre total pues como afirmara un cronista. “si llegan no quedara memoria de la ciudad de los reyes ni de los españoles.”

Muerto Titu Yupanqui asomo como caudillo Illa Tupa quien reunió al ejército del sitio de Lima casi intacto y se dispuso a librar una batalla campal contra los españoles situándose al sur de Lima entre Atocongo y Pachacamac.

Pero por entonces las tropas españolas tenían nuevos bríos bajo el liderazgo del veterano gran capitán Alonso de Alvarado, conquistador de Méjico, quien con gran concurso de arcabuceros y decenas de miles de indios Cañaris, yungas y Chachapoyas se enfrenta a Illa Tupa en la batalla más sangrienta de toda la guerra en la que mueren sesenta españoles y miles de indios de ambas partes. Francisco de Gómara refiere que la batalla “fue muy dura y sangrienta, pues los indios peleaban como vencedores y los españoles para vencer.” Americanos y europeos rivalizaban en valor y desprecio de la vida hasta que la superioridad numérica y de elementos de los españoles se hace sentir e Illa Tupa se retira con terribles pérdidas.

Después de esta batalla los incas solo pueden resistir y ya no vencer por mas que en una y otra escaramuza les sonría la victoria. La preponderancia hispana esta ya bien establecida y es inobjetable. Las campañas punitivas mandadas por Alonso de Alvarado y por Gonzalo Pizarro, si bien no logran extinguir el fuego de la rebelión, logran demostrar que la brecha era insalvable para los incas. Habían perdido ya por completo su influencia y prestigio sobre los demás pueblos andinos.

Se inician los desacuerdos entre pizarristas y almagristas que desembocan en la guerra entre ambos bandos mientras que Manco Inca, que intentaba conservar alguna presencia política se interna en las cumbres selváticas y funda una nueva capital en la ciudad de Vilcabamba, ultimo bastión incaico en donde refugia a varios almagristas perseguidos, los que finalmente le asesinan a traición. Ya habían muerto diego de Almagro ejecutado y Francisco Pizarro asesinado. Tenía al parecer 26 años.

Su gran rebelión les había costado a los españoles dos mil vidas y quince años de hostilidades en la que centenas de miles de nativos perecieron también directa o indirectamente por la guerra. Se libraron cien combates siendo quince de ellas victorias incas. Los valerosos Juan y Diego Pizarro murieron por las armas incaicas al igual que gran cantidad de esclavos africanos.

Con su desaparición fenece de hecho el Tahuantinsuyo, hasta entonces convulso, fragmentado, pero existente. Después de él ya no existe más la ilusión o utopía incaica y pasa inmediatamente a formar parte del pasado.
 
el era el jhon connor de esa época!
el último bastión que puso resistencia a esos españoles de mela!
 
reimon manko tambien es ignorado pero ia lo convokaran
 
Informacion inexacta y ademas tonta. Parcializado.
 
te pasare un libro de Pablo Macera, lo necesitas
 
Cómo será tirando
 
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