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Hoy se cumple una década de la muerte del músico argentino que, desde Soda Stereo y luego como solista, dejó una huella indeleble en toda Latinoamérica; el recuerdo de su hijo Benito, su hermana Laura, Marcelo Moura y de otras figuras que lo conocieron y frecuentaron
Fue esa clase de noticia para la que no se está preparado, que descoloca, que quita a uno de su eje y que no se desearía recibir jamás. Por eso, cuando el 4 de septiembre de 2014 se anunció públicamente que Gustavo Cerati había muerto, el tiempo pareció detenerse. Muchos quisieron imaginar que se trataba sólo de un mal sueño, de una fugaz pesadilla que se esfumaría al despertar. Pero la fría y dura crónica confirmaba de manera lacónica y contundente todo lo contrario: tras permanecer poco más de cuatro años internado en estado de coma en una clínica de Buenos Aires, y después de que con posterioridad a un concierto sufriera un ACV en la ciudad de Caracas (Venezuela) durante la madrugada del 16 de mayo de 2010, a los 55 años el reconocido músico argentino y uno de los artistas más influyentes del rock latinoamericano dejaba este plano como consecuencia de un paro respiratorio.
Sin embargo, y al margen de las evidentes y multitudinarias muestras de tristeza, hondo pesar y congoja que embargaron a millones de fanáticos tanto en Argentina como en distintos puntos de Latinoamérica y del resto del mundo, casi en paralelo se produjo un fenómeno por demás particular y que se mantiene hasta la actualidad con una fuerza y una energía inusitadas: el de una figura que está más viva y presente que nunca en el corazón y en la memoria del público. Esto excede el mero aniversario, las efemérides, los constantes homenajes, la aparición de bandas tributo o cualquier hecho en particular: la comparecencia de Gustavo Cerati y sus canciones, ya sea con Soda Stereo o pertenecientes a su etapa solista, permanecen latentes sonando a diario en la radio, la televisión, los teléfonos celulares, las redes sociales y en las múltiples plataformas digitales.
Fue esa clase de noticia para la que no se está preparado, que descoloca, que quita a uno de su eje y que no se desearía recibir jamás. Por eso, cuando el 4 de septiembre de 2014 se anunció públicamente que Gustavo Cerati había muerto, el tiempo pareció detenerse. Muchos quisieron imaginar que se trataba sólo de un mal sueño, de una fugaz pesadilla que se esfumaría al despertar. Pero la fría y dura crónica confirmaba de manera lacónica y contundente todo lo contrario: tras permanecer poco más de cuatro años internado en estado de coma en una clínica de Buenos Aires, y después de que con posterioridad a un concierto sufriera un ACV en la ciudad de Caracas (Venezuela) durante la madrugada del 16 de mayo de 2010, a los 55 años el reconocido músico argentino y uno de los artistas más influyentes del rock latinoamericano dejaba este plano como consecuencia de un paro respiratorio.
Sin embargo, y al margen de las evidentes y multitudinarias muestras de tristeza, hondo pesar y congoja que embargaron a millones de fanáticos tanto en Argentina como en distintos puntos de Latinoamérica y del resto del mundo, casi en paralelo se produjo un fenómeno por demás particular y que se mantiene hasta la actualidad con una fuerza y una energía inusitadas: el de una figura que está más viva y presente que nunca en el corazón y en la memoria del público. Esto excede el mero aniversario, las efemérides, los constantes homenajes, la aparición de bandas tributo o cualquier hecho en particular: la comparecencia de Gustavo Cerati y sus canciones, ya sea con Soda Stereo o pertenecientes a su etapa solista, permanecen latentes sonando a diario en la radio, la televisión, los teléfonos celulares, las redes sociales y en las múltiples plataformas digitales.
Gustavo Cerati, 10 años sin el arquitecto de la música
Era la clase de noticia para la que no se está preparado. Por eso, cuando se anunció que Gustavo Cerati había muerto, el tiempo se detuvo
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