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Raúl Porras Barrenechea, parlamentario intachable y el rostro del billete de S/20 : a 60 años de su muerte

Soldieskereo9

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13 Abr 2020
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Porras fue tan valioso que hizo muchas cosas notables: fue historiador, diplomático, periodista, maestro y, también, senador de la República.

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Raúl Porras Barrenechea es pisqueño, nacido en 1897 y fue parte de la histórica “Generación del Centenario”, aquella que se impuso la idea de pensar en lo que hicimos como nación independiente durante nuestros primeros 100 años (1821-1921). Una tarea que debiera corresponder hoy a un nuevo grupo de jóvenes pendientes del bicentenario, es decir, una “Generación del Bicentenario” en el Perú.

Pero esos ideales nacionales que propugnó toda su vida no cayeron en saco roto. Enfocado en sus estudios históricos, que iban desde la exploración de las fuentes históricas peruanas y la figura del Inca Garcilaso, hasta su reflexión sobre las dificultades del Perú republicano, costumbres y tradiciones, el “maestro Porras”, como le decían, demostró también sus habilidades de diplomático al vincular ese ejercicio delicado del derecho y la política con los intereses del país y el peso de nuestra historia.

En ese afán por pensar y actuar al mismo tiempo es que Porras buscó tentar el campo de la política activa en el Parlamento. Y así lo hizo en sus últimos años, quizás los más lúcidos y firmes de su vida.

PORRAS, EL QUE ACUSÓ A LA POLÍTICA DESDE LA POLÍTICA
Entonces pisó las gradas del Congreso de la República, frente a la plaza Bolívar, como uno de los representantes por Lima. Lo hizo en julio de 1956, luego de los comicios de un mes antes. Porras fue uno de los senadores de los 55 que habían sido electos para el periodo 1956-1962 (Fuente: INEI). Pero no era un congresista cualquiera. Siendo presidente de la Cámara de Senadores el poeta y político José Gálvez Barrenechea, Porras asumió la vicepresidencia; y cuando aquel falleció en febrero de 1957, el historiador asumió la presidencia interinamente.

Entre febrero y julio de 1957, impuso un orden en los debates y, sobre todo, trató de que sus colegas respetaran el uso de la palabra, la razón y la honestidad intelectual. Miembro de muchas comisiones -porque casi todos querían tenerlo en sus reuniones-, destacó en las de Demarcación Territorial, Diplomacia y Educación. A la par que desarrollaba una labor parlamentaria extenuante, el maestro Porras proseguía con sus trabajos de investigador de los viajeros al Perú y otros ensayos sobre Lima y sus costumbres.

Si hubieran filmado cada una de sus intervenciones parlamentarias, sabríamos de su firmeza ante la impunidad. Porras era consciente de que vivir en el Perú era como estar permanentemente frente al intento de algún delito administrativo o de alguna componenda política. Su probidad era como un detector de lo más nefasto en el Palacio Legislativo, y ello era porque esculpía su conducta política con los materiales de un sólido sentido ético.

LA VOZ DIRECTA DEL MAESTRO SANMARQUINO

En uno de sus discursos parlamentarios, al pedir a los senadores que no olvidaran todas las denuncias contra el régimen anterior, el del dictador Odría, señaló, con voz firme aún: “En el Perú hemos hecho un culto y una carrera de la impunidad. El impunismo ha sido uno de los mayores defectos peruanos y una muestra de nuestro débil sentido jurídico y moral”.


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Y añadiría, en otro momento: “Faltaría al mandato que he recibido de la ciudadanía, faltaría al juramento que he prestado en esta Cámara de defender la Constitución y la ley, faltaría a mi obligación como maestro de una universidad que enseña a defender las normas del derecho y faltaría sobre todo, a un deber de conciencia, si no hubiera firmado esa moción”.

En otra ocasión, aclararía ante su cámara: “En mi posición liberal contraria a toda estulticia caben, al mismo tiempo, la necesidad de comprender, que es la base de la convivencia y la democracia, y el poder de decir no, que previene contra cualquier imposición del poder, de la fuerza o el dinero”.

Porras pedía de diferentes maneras y continuamente que no olvidaran investigar al régimen odríista y a sus allegados. Sabía muy bien que, históricamente hablando, a la corrupción le seguía la impunidad. No se podía esperar menos de un hombre como él, de alguien que pensaba que personas como Antonio Raimondi y Ricardo Palma eran “las dos más grandes expresiones de peruanidad que era digno mantener”. Ese era el nivel de honestidad intelectual y moral que exigía para llamarnos “peruanos” y ser dignos de ese nombre. Su amor por el Perú era auténtico. Siendo así, le dolía en el alma que se aprovecharan del país impunemente.

EL MUNDO SUPO DE PORRAS Y LA LECCIÓN QUE DEJÓ A LOS JÓVENES
El historiador asumió un compromiso más al ser nombrado por el presidente Manuel Prado, ministro de Relaciones Exteriores. Era 1958 y debía hacer muchos viajes, como los que realizó para las reuniones en las Naciones Unidas y para otras instancias diplomáticas de América y Europa. La mayoría de esos viajes fueron entre 1959 y 1960. Allí está incluida la cita de cancilleres de la OEA, en San José, Costa Rica, donde el Perú pugnó por un entendimiento entre EE.UU. y Cuba. Aun retumban sus palabras de esa mañana del 23 de agosto de 1960, a un mes y días de su muerte: “Que se haga prevalecer el espíritu de razón y de conciliación contra toda forma de fanatismo, de miedo y de pasión”.

Apenas le alcanzó el tiempo para entregar en Lima los diplomas y hacer jurar a la primera promoción de la Academia Diplomática con estas palabras inolvidables: “He querido que mi último acto en esta vieja casa de Torre Tagle a la que he entregado mi vida sea el de incorporarlos a ustedes, jóvenes herederos de nuestra tradición, al Servicio Diplomático de la República, porque en los jóvenes se encuentra la renovación democrática del Perú. Quiero que sepan que más allá de las prebendas, de los favores y de las ventajas personales, está la dignidad de los hombres y por encima la dignidad de la nación”*.

Después de eso, Raúl Porras Barrenechea fue vencido por sus males cardiacos. No pudo terminar su periodo parlamentario ni su mandato ministerial, y murió en Miraflores, en su casa de la calle Colina, un 27 de setiembre de 1960.

* Citas extraídas del libro “Raúl Porras Barrenechea, parlamentario”. Fondo Editorial del Congreso de la República, 2000.
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Historiador fundamental para entender la historia de la conquista y la vida de Pizarro. Sus aportes en dar a conocer documentos de ese periodo historico son invaluables.

:peepoYes:
 
Pregúntale a un pulpín de la Vallejo si sabe de quien es la cara del billete de 20 soles y no va a saber.
 
Porras fue tan valioso que hizo muchas cosas notables: fue historiador, diplomático, periodista, maestro y, también, senador de la República.

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Raúl Porras Barrenechea es pisqueño, nacido en 1897 y fue parte de la histórica “Generación del Centenario”, aquella que se impuso la idea de pensar en lo que hicimos como nación independiente durante nuestros primeros 100 años (1821-1921). Una tarea que debiera corresponder hoy a un nuevo grupo de jóvenes pendientes del bicentenario, es decir, una “Generación del Bicentenario” en el Perú.

Pero esos ideales nacionales que propugnó toda su vida no cayeron en saco roto. Enfocado en sus estudios históricos, que iban desde la exploración de las fuentes históricas peruanas y la figura del Inca Garcilaso, hasta su reflexión sobre las dificultades del Perú republicano, costumbres y tradiciones, el “maestro Porras”, como le decían, demostró también sus habilidades de diplomático al vincular ese ejercicio delicado del derecho y la política con los intereses del país y el peso de nuestra historia.

En ese afán por pensar y actuar al mismo tiempo es que Porras buscó tentar el campo de la política activa en el Parlamento. Y así lo hizo en sus últimos años, quizás los más lúcidos y firmes de su vida.

PORRAS, EL QUE ACUSÓ A LA POLÍTICA DESDE LA POLÍTICA
Entonces pisó las gradas del Congreso de la República, frente a la plaza Bolívar, como uno de los representantes por Lima. Lo hizo en julio de 1956, luego de los comicios de un mes antes. Porras fue uno de los senadores de los 55 que habían sido electos para el periodo 1956-1962 (Fuente: INEI). Pero no era un congresista cualquiera. Siendo presidente de la Cámara de Senadores el poeta y político José Gálvez Barrenechea, Porras asumió la vicepresidencia; y cuando aquel falleció en febrero de 1957, el historiador asumió la presidencia interinamente.

Entre febrero y julio de 1957, impuso un orden en los debates y, sobre todo, trató de que sus colegas respetaran el uso de la palabra, la razón y la honestidad intelectual. Miembro de muchas comisiones -porque casi todos querían tenerlo en sus reuniones-, destacó en las de Demarcación Territorial, Diplomacia y Educación. A la par que desarrollaba una labor parlamentaria extenuante, el maestro Porras proseguía con sus trabajos de investigador de los viajeros al Perú y otros ensayos sobre Lima y sus costumbres.

Si hubieran filmado cada una de sus intervenciones parlamentarias, sabríamos de su firmeza ante la impunidad. Porras era consciente de que vivir en el Perú era como estar permanentemente frente al intento de algún delito administrativo o de alguna componenda política. Su probidad era como un detector de lo más nefasto en el Palacio Legislativo, y ello era porque esculpía su conducta política con los materiales de un sólido sentido ético.

LA VOZ DIRECTA DEL MAESTRO SANMARQUINO

En uno de sus discursos parlamentarios, al pedir a los senadores que no olvidaran todas las denuncias contra el régimen anterior, el del dictador Odría, señaló, con voz firme aún: “En el Perú hemos hecho un culto y una carrera de la impunidad. El impunismo ha sido uno de los mayores defectos peruanos y una muestra de nuestro débil sentido jurídico y moral”.


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Y añadiría, en otro momento: “Faltaría al mandato que he recibido de la ciudadanía, faltaría al juramento que he prestado en esta Cámara de defender la Constitución y la ley, faltaría a mi obligación como maestro de una universidad que enseña a defender las normas del derecho y faltaría sobre todo, a un deber de conciencia, si no hubiera firmado esa moción”.

En otra ocasión, aclararía ante su cámara: “En mi posición liberal contraria a toda estulticia caben, al mismo tiempo, la necesidad de comprender, que es la base de la convivencia y la democracia, y el poder de decir no, que previene contra cualquier imposición del poder, de la fuerza o el dinero”.

Porras pedía de diferentes maneras y continuamente que no olvidaran investigar al régimen odríista y a sus allegados. Sabía muy bien que, históricamente hablando, a la corrupción le seguía la impunidad. No se podía esperar menos de un hombre como él, de alguien que pensaba que personas como Antonio Raimondi y Ricardo Palma eran “las dos más grandes expresiones de peruanidad que era digno mantener”. Ese era el nivel de honestidad intelectual y moral que exigía para llamarnos “peruanos” y ser dignos de ese nombre. Su amor por el Perú era auténtico. Siendo así, le dolía en el alma que se aprovecharan del país impunemente.

EL MUNDO SUPO DE PORRAS Y LA LECCIÓN QUE DEJÓ A LOS JÓVENES
El historiador asumió un compromiso más al ser nombrado por el presidente Manuel Prado, ministro de Relaciones Exteriores. Era 1958 y debía hacer muchos viajes, como los que realizó para las reuniones en las Naciones Unidas y para otras instancias diplomáticas de América y Europa. La mayoría de esos viajes fueron entre 1959 y 1960. Allí está incluida la cita de cancilleres de la OEA, en San José, Costa Rica, donde el Perú pugnó por un entendimiento entre EE.UU. y Cuba. Aun retumban sus palabras de esa mañana del 23 de agosto de 1960, a un mes y días de su muerte: “Que se haga prevalecer el espíritu de razón y de conciliación contra toda forma de fanatismo, de miedo y de pasión”.

Apenas le alcanzó el tiempo para entregar en Lima los diplomas y hacer jurar a la primera promoción de la Academia Diplomática con estas palabras inolvidables: “He querido que mi último acto en esta vieja casa de Torre Tagle a la que he entregado mi vida sea el de incorporarlos a ustedes, jóvenes herederos de nuestra tradición, al Servicio Diplomático de la República, porque en los jóvenes se encuentra la renovación democrática del Perú. Quiero que sepan que más allá de las prebendas, de los favores y de las ventajas personales, está la dignidad de los hombres y por encima la dignidad de la nación”*.

Después de eso, Raúl Porras Barrenechea fue vencido por sus males cardiacos. No pudo terminar su periodo parlamentario ni su mandato ministerial, y murió en Miraflores, en su casa de la calle Colina, un 27 de setiembre de 1960.

* Citas extraídas del libro “Raúl Porras Barrenechea, parlamentario”. Fondo Editorial del Congreso de la República, 2000.
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no soy hispanofilo pero porras fue un gran historiador, no escribio mucho pero lo que escribio lo escribio con un gran rigor academico
 
ahora en su reemplazo ponen a una vieja de mierda :lolx2:
 
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